
En este caso de la modernidad o como se le diga, el todo se impone a las partes, las domina, las subyuga y así moldea, las reconstruye, las desecha y las suple por otras. Capitán Insurgente 1Marcos, 2024
Axioma I: La máquina de guerra es exterior al aparato de Estado. Gilles Deleuze y Félix Guattari, 1980
En el mundo contemporáneo, el futuro de nuestra libertad reside en la abrumadora tarea de domesticar al Leviatán, no en evadirlo.2 James C. Scott, 2009
En el perspectivismo amerindio, todos los seres, humanos y no humanos (animales, plantas, montañas, piedras) poseen conciencia y cultura. No hay distinción entre unos y otros, todos están dotados de intencionalidad. Cada especie experimenta el mundo desde su propia percepción, cada una se enuncia como un yo. Este enfoque tensiona el aparato racional occidental en donde el único que puede enunciar es el sujeto cognoscente ante un fenómeno a conocer, para el cuál existe una naturaleza singular y objetiva a la cual dominar. Naturaleza única y multiculturalidad. Para los pueblos amerindios en cambio, existe una especie de monocultura, en la que el humano es una relación y no una sustancia, lo humano lo determina la posición en una relación, su propiedad enunciativa, “Humano es siempre la posición del sujeto, en el sentido lingüístico de la palabra, es aquel que dice yo.3” Así, existe sólo una cultura y lo que cambia es la naturaleza del mundo, un “multinaturalismo”. Para occidente el mundo es singular y puede ser aprehendido desde diversos puntos de vista (multiculturalismo). Lo que no se cuestiona es el punto de vista sobre el punto de vista, la singularidad de la naturaleza. La posibilidad del mundo que contiene a muchos mundos.
Lo mismo ocurre con la idea del Estado, pues, visto desde una perspectiva hobbesiana, el Estado es necesario porque garantiza la seguridad. De otra manera, estaríamos a merced de la naturaleza maligna del humano, de los peligros del “estado de naturaleza” de caos y violencia. Para las sociedades contemporáneas, la existencia del Estado no es negociable, es pensado como una especie de absoluto hegeliano, como la realización de la razón universal. Se conocen diferentes formas de Estado pero no la inexistencia del mismo, totalitarios, democráticos, religiosos, Estados-mercado. Lo que no se pone en duda es ese absoluto, a pesar de que las narrativas establecidas sobre una historia humana lineal se pongan en tela de juicio cada vez más a menudo4. No existe algo así como una historia humana lineal, en la que primero fuimos salvajes y nómadas, para luego adoptar la forma Estado. Esta ha sido una narrativa simplista y funcional para el poder, desde los primeros procesos de colonización hasta nuestros días, y es que, naturalizar implica presentar un fenómeno como si fuera inherente, parte de un orden “natural” de las cosas cuando puede ser el resultado de construcciones sociales, históricas, culturales y ambientales. Claustres también pone en tensión la idea de Estado como algo natural a lo que llegamos de una forma lineal. En su obra La sociedad contra el estado5, Claustres argumenta que las formas “primitivas” no implican simpleza, caos, nula organización o planeación, sino que al contrario, algunas sociedades primitivas operaron bajo principios de solidaridad e igualdad en sus relaciones sociales, mientras que sus relaciones económicas fueron de subsistencia, es decir, la producción y el intercambio se orientaron a satisfacer las necesidades inmediatas de la comunidad y no la acumulación de bienes para intercambiarlos, quizás acumular para el futuro pero no para incrementar ganancias. Dentro de estas sociedades la cohesión social no es a través de prácticas coercitivas sino a través de incentivos, relaciones de reciprocidad, rituales y una identidad compartida. Más que romantizar sociedades primitivas, su estudio permite poner en discusión otras formas alternativas de organización ante el embate del mundo único exportado a todo el mundo por la colonización europea. Graeber y Wengrow enfatizan que es importante repensar toda narrativa histórica que le dé forma al pensamiento contemporáneo. La historia de las sociedades humanas es mucho más rica y diversa de lo que las narrativas predominantes nos han sugerido, algunas han optado por poner en primer lugar la sostenibilidad o la igualdad.
El perspectivismo en cambio conjura-anticipa al estado “…aparece como una condición de la relación de las personas y de las cosas entre sí desde el punto de vista de una agencia o animación molecularmente distribuida por todo el paisaje real6” mientras que la existencia del Estado lo excluye de forma constitutiva. El Estado aspira a ser universal, se reproduce infinitamente bajo distintas formas, modelos y modos de organización, para Deleuze y Guattari es un aparato de captura, esa estructura y mecanismo que controla y organiza a las personas y a las cosas. En este sentido, la noción del perspectivismo amerindio es una máquina de guerra7 que opera como un un elemento de exterioridad que lo domina todo y que el Estado tiende a territorializar y reterritorializar. La máquina de guerra no se refiere necesariamente a una estructura militar, sino cualquier forma de organización que desafía, escapa, se fuga del Estado y sus formas de control. Puede tomar la forma de un movimiento político, el nomadismo, una comunidad indígena, un colectivo artístico, una forma de escritura y en el caso del perspectivismo, una forma de estar en el mundo totalmente discordante con el pensamiento que le ha dado forma a la civilización occidental.
Nuestra relación con el Estado es una relación de subordinación en la que podemos cuestionar, en el mejor de los casos, cómo se organiza pero no el hecho de que exista. Podríamos decir que los únicos entes que determinan que un Estado exista o no son otros Estados nación y eso también está sujeto a distinciones de localización geopolítica, raza, clase y religión. La organización internacional de estados puede determinar quien es o no es un Estado, a la manera que estos últimos determinan quien es o no es un ciudadano. La supuesta legitimidad no la otorga la población sino el mismo sistema internacional. Un ejemplo de ello es el trato hacia los pueblos originarios, que deberían ser considerados naciones por sí mismas pero se encuentran atrapadas dentro de los contemporáneos límites territoriales de los estados nación, naturalmente legitimados por otros países; o las organizaciones internacionales que determinan el reconocimiento jurídico o no del pueblo Palestino ante un embate colonial mediante asentamientos ilegales de población y ante el genocidio en curso. Aquí es claro cómo la comunidad internacional lleva al extremo el principio contrario al perspectivismo, no sólo lo que importa es lo humano, sino lo humano occidentalizado, blanco y burgués. ¿Cómo pensar un mundo libre si se encuentra capturado por estados nación y capitales transnacionales? El sistema internacional es fascista, etnocentrista y colonial.
Hay muchos ejemplos históricos que han puesto de manifiesto la forma en la que dentro de los mismos territorios, algunas personas tienen el título de ciudadanía y otras no. Durante los procesos de colonización en Latinoamérica y África, el mundo occidental concibió a los pueblos colonizados como no-civilizados, no-humanos y no dignos de derechos. Esta distinción sirvió de pretextos para el saqueo, el despojo de territorios, la extracción y la esclavitud de personas racializadas e indígenas. Lo mismo en la época del nazismo, un Estado decide retirar los derechos a personas de otra etnia o religión, despojándolos de su ciudadanía a pesar de haber nacido en el mismo territorio. Una práctica bio-necropolítica, la decisión de quien vive y quien muere en función de características identitarias. Y es que esto no ha sido una práctica del pasado, el hecho de que Israel (un Estado legitimado por el derecho internacional) decida sobre las vidas de una población palestina (no reconocida como Estado por la mayoría de los miembros de la ONU), asentada por siglos en un territorio, implica que al tener reconocimiento por sus iguales, tiene el derecho de asentarse y destruir lo que considera sin título de propiedad o soberanía.
Todos los estados son el mismo Estado que modulan la intensidad de la forma en la que ejercen su poder y sus prácticas, a partir de tipologías coloniales que discriminan por raza, sexo, clase, religión y en algunos momentos históricos particulares, hasta ideolgía. Su biopolítica se basa en su supuesta legitimidad, en su poder para decidir quién importa y quién no, un ejercicio de poder sobre la vida y muerte de poblaciones enteras. Entonces dentro de este régimen de organización la pregunta no es sobre qué forma de Estado funciona mejor sino sobre la legitimidad misma de la forma Estado, de la manera en la que la narrativa de una historia lineal ha naturalizado esa idea como un absoluto inevitable por la complejidad de las poblaciones. Partir desde el pensamiento amerindio para pensar el mundo como relaciones y no como algo a dominar es un primer paso para desprendernos de nociones etnocéntricas y sobre todo antropocéntricas. Si para el perspectivismo no hay una naturaleza única y por lo tanto no hay un mundo único, pensar el Estado como algo inamovible es factible y como diría Wittgenstein, “todo lo pensable es posible”. Al mismo tiempo, siguiendo a Meillassoux al hablar sobre la contingencia “Lo especulativo nos despega de la fijeza fenoménica de las constantes empíricas elevándonos hasta el Caos puramente inteligible que la sostiene de un lado a otro” y que “parece absurdo sostener que no solo las cosas sino también las leyes físicas son realmente contingentes, porque si ese fuera el caso, habría que admitir entonces que esas leyes pueden, sin razón alguna, modificarse efectivamente en todo momento”, sin embargo, no es absurdo en términos especulativos. Si nada garantiza que las leyes de la naturaleza no cambien de un momento a otro, ¿por qué algo menos estable que esas leyes, como la narrativa de que necesitamos un Estado se nos presenta inmutable?, ¿cómo devenir máquinas de guerra?
- Mesa I: La Tormenta, el crimen, el verdugo y las víctimas I, Mesas de la Primera Sesión de los Encuentros de Resistencia y Rebeldía, 28 de diciembre de 2024, video, Cideci-Unitierra, SCLC, Chiapas, México.
↩︎ - James C. Scott, El arte de no ser gobernados: Una historia anarquista de las tierras altas del Sudeste Asiático, trad. Paula Martín Ponz (Madrid y Pamplona: Traficantes de Sueños y Katakrak, 2024)
↩︎ - Jean-Cristophe Royoux, “Si todo es humano, entonces todo es peligroso”, entrevista a Eduardo Viveiros de Castro, en La mirada del jaguar (Buenos Aires: Tinta Limón, 2022). ↩︎
- David Graeber y David Wengrow, El amanecer de todo: Una nueva historia de la humanidad (Barcelona: Ariel, 2022) ↩︎
- Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado (México: Siglo XXI Editores, 2013)
↩︎ - Renato Sztutman y Stelio Marras, “Una buena política es aquella que multiplica los posibles”, entrevista a Eduardo Viveiros de Castro, en La mirada del jaguar (Buenos Aires: Tinta Limón, 2022).
↩︎ - Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia, trad. José Vázquez Pérez (Valencia: Pre-Textos, 1988)
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